Asphalt

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jueves, 14 de febrero de 2013

Aquel cruce de miradas

Hacía calor en aquella clase. El mes de junio ya estaba cerca y los alumnos aguantaban como podían la sensación de querer salir a los campos extensos y verdes que se veían a través de los ventanales laterales.
El profesor, quien parecía implacable frente al calor que había en el ambiente, continuaba su clase sin prestar atención a los aspavientos y muestras de poco afecto hacia sus explicaciones.
Un alumno de la última fila preguntó a su compañero la hora. No serían más de las dos, y eso significaba que quedaban aún cinco minutos de clase.

Desde su sitio, el más cercano a la ventana, podía tener las vistas más magníficas de la clase. Una amplia y verde pradera se extendía perdiéndose hacia el horizonte y a la izquierda estaba el resto del pueblo que, a pesar de que la escuela se encontraba al borde de la zona urbana, se podía apreciar un par de casas que sobresalían del límite llegando a situarse cerca del lago.
Supuso que ya quedarían tres minutos como mucho. Para él tres minutos de historia se le hacían como veinte. No podía aguantar la asignatura, ya que sus pensamientos no estaban en clase, sino meditando sobre sus planes vespertinos. Hoy es el gran día que había estado esperando desde hace tiempo: el día de la huerta.

Todos los años se iba con sus amigos al otro lado de la comarca a una huerta que tenían sus tíos maternos y lo pasaban demasiado bien. Llevaba esperando con impaciencia que llegase este día para olvidarse de sus problemas y disfrutar del buen tiempo.
Volvió a preguntar la hora. Dos minutos.
—No puede ser...— Suspiró con voz baja. Fueron los instantes más largos que había experimentado recientemente, dibujando siluetas en el borde del pupitre o mordisqueando su lápiz; hacía cualquier cosa que le mantuviese ocupado.


Por fin sonó el timbre y toda la tensión que había acumulada en los cuerpos de los adolescentes saltó de repente recogiendo cuadernos, libros y algún que otro artilugio de material escolar.
Se despidió de sus compañeros y salió disparado de clase hacia su casa para dejar su mochila y llamar  a sus amigos, pero tras bajar las escaleras y cruzar el pasillo la vio.
Era un poco más bajita que él, de ojos pardos iluminados por el sol y adornados con una línea negra que los hacía resaltar, y una cabellera lisa y morena que caía sobre sus hombros como una cascada.
Tenía una preciosa sonrisa que transmitía una fortaleza y una seguridad en sí misma que no había visto nunca en ninguna otra parte. Llevaba un vestido color beige algo ceñido al cuerpo que le dejaba al aire sus brazos adornados en sus muñecas por unas pocas pulseras.
El cruce de miradas entre los dos duró un instante eterno en el que ninguno de los dos pudo reaccionar; ni si quiera un simple pensamiento pasó por su mente durante la situación hasta que fue empujado afuera por un amigo suyo que le llevó al patio.

A día de hoy sigue acordándose de aquel cruce de miradas deseando que volviese a ocurrir para poder ver una vez más aquellos ojos marrones que le dejaron sin poder reaccionar, pero no...
Jamás volvió a verla.

martes, 12 de febrero de 2013

Nostalgia veraniega

Sé que estamos en febrero. ¿Pero a quién no le viene la nostalgia de vez en cuando del verano?

A mí me vino ayer viendo unas fotografías de hacía un par de años.
Sé que ver fotografías a veces no viene bien porque sacas mucha mierda de antaño pero para mí tiene un significado especial.
Además no serían más de 20 fotos pero ya me traen miles de experiencias a la cabeza: esas escapadas de fin de semana que se tornan en diarias a veces, refrescantes baños bajo los dorados rayos de sol, el fácilmente reconocible olor a crema solar a los alrededores de las piscinas, esas noches hasta las tantas sincerándonos con los amigos, una noche entera con una persona especial, fiestas al aire libre en las que olvidábamos todos esos problemas que nos atormentaban la cabeza día tras día, un viaje en avión a un país exótico o a una ciudad con una historia particular, un mini cursillo que te has bajado de internet para los ratos de aburrimiento (de fotografía, cómo crear una aplicación...), calles desiertas a las cuatro de la tarde o piscinas a las seis de gente dorando su piel bajo los rayos del sol...

Cuando llegue el verano, lo celebraré a lo grande. Pero eso es otra historia que será contada en otro momento.